Quiero dedicarte esta luz de la tarde,
hacer como si fuera mía;
esto que lees es ahora mi regalo
-no es el poema-
es la luz que escribo,
es ese haz que se escabulle
entre las lamas .
Quiero que recuerdes , siempre,
esta luz vespertina
rica , suave,
tan amarilla, tan plena
que podría morderse,
como se puede morder la piel del otro.
Tan dorada, tan rica
que podría apretarse entre las manos
como se agarran unos brazos o una espalda.
Con fruición, como si, tal que la luz,
se fueran a escapar,
a esconder entre los pliegues de la cortina.
Luz fugitiva,
breve milagro de conexiones fortuitas,
tú, yo,
la luz, la piel,
el poema.