Ay del libre paso de las horas
que no se desgranan, metódicas,
por el empujón de las tareas
ni se enmarcan en el ángulo
seguro, fuerte, esquemático;
ni se aguantan, equidistantes,
por la confortable presión del deber.
Ay de la amenaza de las tardes,
de la evidencia del círculo,
del bucle de sueños.
Son los recuerdos espejos
unos de otros,
destellos de ida y vuelta.
Los propósitos gastados
giran como rueda de penas.
No entiendo esta libertad
ni sé qué hacer con ella,
entre mis manos es arena, agua,
inaprensible.
Ay de mi mes de agosto
tan dorado, tan cargado de posibilidades,
tan terrible.